viernes, 30 de mayo de 2008

Caja de Sueños


Les dejo para compartir un cuento corto que escribí sobre la inocencia.
Abrazos.

La dulce infante volvió aquél día nublado, con una melancolía que detenía a cualquiera que fijara sus ojos en ella.

La abuela la divisó entrar, y preocupada la siguió camino a su alcoba.

La niña de cabellos oro, abrió su armario y tomó aquella vieja caja de zapatos rosa desteñido. Sentándose en el suelo, la abrió, y como quién quiere ir a la velocidad de sus pensamientos, pungía ansiosa sus manos contra el pecho. A continuación y con toda la delicadeza, encerraba un tesoro entre sus blancas manos, para guardarlo en la pequeña y roída caja.

Así, repitió la tarea una y otra ves. Satisfecha la niña, habiendo encontrado, respuesta a su melancolía, suspiró y cerró la caja.

La abuela dio unos pasos haciéndose presente. Y acomodándose a su lado en el suelo, le preguntó:

- Cariño, ¿que guardas en tu cajita rosa?

La niña la miró entusiasta y le dijo - ¡Todos mis tesoros nana!

- ¿Y porqué los guardas? - volvió a preguntar.

- ¡Para no perderlos nunca! - Contestó con gran intensidad. Entonces tomó aire y le confesó - La maestra, nos dijo hoy que al crecer, ¡uno pierde sus sueños! ¡Yo no quiero eso nana! Así, que los he guardado todos en esta caja.

La abuela besó su frente, dejó que se tranquilizara, y la llevó a comer unas galletas de miel recién horneadas.

Esa noche, la pequeña, sintió que alguien caminaba por su habitación. Se sentó con los ojos ensoñados y observó. Cuando alcanzó a reaccionar, gritó:

- ¡Abuela!, Nana ¡¿Porqué abres mi caja?! Mira, observa, ¡Se escapan!, mis sueños vuelan alto, lejos, y ya no los veré, ¡¿Nana, porqué?!

La abuela se sonrió. Arrimándose, besó la constipada cara de la niña y le dijo:

- Te diré la verdad, no podía dormir. Oía y oía a tus sueños aletear y revolotear dentro de la caja, ¡Queriendo salir! Ser libres amor.

- ¿Libres?... - repitió la niña.

- Pequeña mía - dijo su nana tomándola entre sus brazos - Nunca encierres tu sueños y fantasías, ellos no se perderán. ¡Volarán alto… por ti! Esperando que los alcances.

Soledad Saralegui.